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2010/08/17

Co Latino-Opinando sin política (599) | 17 de Agosto de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 Eduardo Badía Serra.18 de Agosto. Tomado de Diario Co Latino.

Dentro de lo incierto del transitar político del país, en los últimos días se han dado un par de signos que estimulan y proyectan algún atisbo de esperanza. Son, realmente, buenas nuevas estos signos, y confirman esa verdad de que cuando el pueblo sabe manifestarse, sus manifestaciones son inapelables y de estricto cumplimiento. Cuando el pueblo apoya a la verdad, esta vence siempre. Bien decía Hegel: “La verdad es aquello ante lo cual se desvanece la opinión”, y Gramsci, aun más radical, señalaba que “sólo la verdad es revolucionaria”.
Aristóteles, a pesar de su gran respeto y admiración por su maestro Platón, no dudó en aclarar: “Amo a Platón, pero amo más a la verdad”. Muy pocos parecieran discutir que los partidos políticos tienen secuestrado al país, y una de sus armas para sostener dicho secuestro es el sistema electoral. Por otro lado, nuestra población es a veces abatida por la opinión, y a esta se le sabe dar carácter de verdad, lo cual es un error lamentable. Estamos saturados de encuestas, pero no de investigaciones; acostumbramos todos los días tomar el pulso, pero no experimentamos. Estos dos signos que ahora se han dado, de los que hablo, son signos de validez inapelable, y representan un foco de esperanza que puede sacudir, positivamente, a nuestro sistema político y a nuestros medios de comunicación.
El primero: La Sala de lo Constitucional de la Corte y su sentencia sobre las candidaturas individuales, personales, o como se les quiera llamar. En este momento, y aquí mismo, eso representa un verdadero golpe a la forma absoluta y total con que los partidos políticos han venido manejando nuestro sistema electoral.  Aquí, manifestaciones continuas, muy bien fundamentadas, patrióticas, de algunos elementos de la sociedad civil, han llevado a obtener ese triunfo.
Desde hace años, organizaciones como MIRE, Concertación Democrática Nacional, Fespad, y otras, han venido manifestando la necesidad de rescatar el poder elector del pueblo, secuestrado precisamente por los partidos, y ponerlo de nuevo en sus manos. La población ha venido manifestándose continuamente, pidiendo que no sólo se le permita votar sino, como debe ser, se le permita elegir. Una petición de un prestigioso abogado nacional ha recogido esas manifestaciones populares, orgánicamente manifestadas por las organizaciones citadas, y ha presentado un recurso a la Corte. La Corte ha fallado a su favor.
Ahora, el pueblo tendrá una oportunidad insólita en el país, de poder votar por quien él decida y no por quien quiera que vote la cúpula de un partido. Triunfo inobjetable. Buen signo. Al margen de los resultados, lo más importante es la señal, el mensaje, que hace ver a los señores diputados que su poder tiene límite y que sus abusos parece que serán cada vez menos tolerados. Ellos se defenderán, con argucias y tinterilladas, pero el mensaje está puesto.
Ya antes, con el manejo de los llamados “residuos”, con lo del pretendido aumento de sueldo, con la compra de vehículos de lujo, con el desatinado decreto de la lectura de la Biblia, y con tantas otras actuaciones, el pueblo les ha advertido; ahora, la sentencia de la Corte no es una advertencia sino algo que tendrá que ser cumplido de manera inapelable.
El segundo: Límites a la llamada “libertad de expresión”. Si de algo se han jactado los medios masivos de comunicación es de un poder absoluto e ilimitado en cuanto a lo que dicen, de quién lo dicen, y cómo lo dicen. Si un elemento de la superestructura social ha sido en el país, omnipotente, este ha sido el poder mediático. La “libertad de expresión” se ha interpretado por ellos, y así se ha practicado, como algo que se ejerce sin admitir que termina cuando comienzan otros derechos. Esto vulnera la paz social, pues, como dijo Don Benito Juárez, “el respeto al derecho ajeno es, precisamente, la paz”.
Nadie se opone, por supuesto, a la libertad de expresión. Este es un derecho social, una conquista popular, que por cierto no se restringe a los medios sino a toda la comunidad. A lo que la gente viene oponiéndose continuamente es al libertinaje con que los medios la ejercen. La necesidad de poner límites a este derecho es algo reconocido ya históricamente, y estos límites, en vez de perjudicar a los medios, van en su ayuda, pues los hacen más respetables, más justos, más armónicos.
Decía Diego Pérez que no existe nunca libertad completa, salvo la libertad del espíritu”; y prevenía Alexis Carrel: “Cada vez que el hombre se ha servido de ‘toda’ su libertad, ha infringido las leyes naturales”. En este caso, los medios, y aquí hay que reconocer que no todos, y los que sí, en diferente medida, no han sabido ejercer ese derecho, de tan alto valor moral, con prudencia, con sobriedad, con altura, y se han excedido, perjudicando personas, familias, instituciones, e incluso, al país mismo. “Sé prudente”, decía Esíodo. “El buen varón no sólo se atreverá a hacer, sino ni siquiera a pensar lo que no puede él mismo predicar”, sentenciaba Cicerón. Ludwig Wittgenstein, el gran filósofo austríaco, recomendaba que  “aquello de lo que no se debe ni se puede hablar, mejor callarlo, pues todo lo que puede ser dicho debe decirse con claridad”.
De muchas maneras, y con diferentes intensidades, los medios vienen recibiendo avisos de la población en los que se les pide moderación, apego a la verdad, certeza en lo publicado, respeto a las personas, a las familias y a las instituciones. Parece que no han sabido hacer caso, anclados en ese refugio del carácter omnipotente con que han sabido definir su llamada “libertad de expresión”. Ahora, el aviso es más fuerte, y la alarma en ellos es grave. Los más inteligentes sabrán interpretar y acoger este nuevo signo popular; los necios seguirán defendiendo su opción por esa su libertad que más es libertinaje que otra cosa,  y que en el fondo, en vez de ayudarles les perjudica.
Buenos signos. ¿De donde nacen? De la sociedad civil, del pueblo, de la gente, como queramos llamarle a la sociedad organizada. Recogen, afortunadamente, estas expresiones, las sistematizan y las expresan orgánicamente, sus intelectuales, actuando como decía Gramsci, como intelectuales orgánicos, únicos estos, capaces de conectar a la base con su superestructura, y hacer que esta escuche y obedezca a aquella, como debe ser.
Los partidos, y los medios, tienen una oportunidad de oro, que va en función de una deseable adecuada comprensión de los mensajes, con una consecuente rectificación  que les lleve así a reivindicarse ante su gente.  
Por eso, yo digo:
Pueblo, ¡Rechaza las discusiones ligeras!
Pueblo, ¡Cuidado con los cantos de sirena!
Pueblo, ¡Levántate y anda!
Pueblo, ¡Decídete por el cambio! ¡Anida la esperanza!
¿De política? ¡Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!
¿Para qué?
De estas, y de otras cosas, seguiremos hablando, si Diario Co Latino me lo permite.

Opinando sin política (599) | 17 de Agosto de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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