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2010/08/16

Contra Punto-¿Qué hace la diplomacia latinoamericana por los derechos humanos? - Noticias de El Salvador - ContraPunto

 Por Juan Gasparini.16 de Agosto. Tomado de Contra Punto.

El plan brasileño de terapia intensiva para los grandes los países violadores de los derechos humanos

GINEBRA

- La propuesta brasileña de tender la mano a los países recalcitrantes, violadores sistemáticos y masivos de los derechos humanos, ha causado revuelo en la incipiente discusión para revisar los mecanismos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que acoge las principales herramientas de Naciones Unidas en la materia. El documento, que acaba de motivar un pedido de interpelación parlamentaria en Brasilia, apunta a influenciar en los cambios que debería operar ese Consejo y sus procedimientos para frenar las transgresiones a los derechos humanos, un Non-Paper redactado en inglés, de carácter confidencial, cuya copia se procuró ContraPunto.

Creado hace cuatro años para suceder a la fenecida Comisión de Derechos Humanos de la ONU, a este Consejo lo componen 47 estados elegidos de forma equitativa y por el escrutinio secreto de la Asamblea General de Naciones Unidas, restaurando anualmente un tercio de sus miembros. Se reune tres veces al año en Ginebra, durante 10 semanas en total. Ahora lo preside el thailandes, Sihasak Phuangketkeow, quien ejerce por unanimidad hasta 2011 en nombre del grupo de 13 países asiáticos. Entonces traspasará el mando a América Latina y el Caribe, que disponen de 8 de los 47 escaños, renovando dos por año. Allí hoy se alinean la Argentina, Brasil, Chile, Cuba, México, Uruguay, Ecuador y Guatemala. Estos dos últimos reemplazan a Bolivia y Nicaragua, que han pasado a ser obsevadores (con voz y sin voto), al igual que Venezuela, disminuyendo así la influencia del eje impulsado desde La Habana, y secundado por Caracas.

Según las leyes no escritas que se le atribuyen a la ONU, cualquier país aspirante a entrar al Consejo tiene que dar garantías que asume la ideología de Naciones Unidas en cuanto a los derechos humanos, los cuales son universales, indivisibles e interdependientes, exigiendo que el disfrute de unos no limite el goce de los demás. Todo esto se refleja en sus dos pactos fundacionales que establecen el reconocimiento de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, junto a nueve convenciones que censuran la discriminación racial, la tortura y las desapariciones forzadas, y protegen a los niños, mujeres, discapacitados y trabajadores migrantes.   

Por sus propios reglamentos, el Consejo debe autorevisarse al cabo de cinco años de existencia, discusión abierta a la totalidad de los 192 Estados miembros de la ONU. Las deliberaciones comenzaran formalmente en octubre próximo, una revisión obligatoria que debe finalizar en 2011. En ese marco se inscribe la aparición del Non-Paper de Brasil, que trata legítimamente de sacar ventaja, introduciendo por anticipado una agenda innovadora, para liderar el debate. Su contenido puede dar la impresión que está exclusivamente destinado a los países más famosos por las alegaciones en su contra, como Iran, Corea del Norte, Myanmar, Sudán, República Democrática del Congo, Somalia, Burundi e Israel, debido a su actuación en los territorios palestinos ocupados, pero también parece enviar un mensaje implícito a Cuba y Colombia, para muchos y por razones distintas, asimismo en el banquillo de los acusados.

La ecuación de Brasil, concebida por Celso Amorim, su ministro de Relaciones Exteriores, fue adelantada en Ginebra el 14 de junio pasado: “diálogo, soluciones negociadas y diplomacia como forma de resolver los conflictos, paz, cooperación solidaria y comercio justo será el nuevo nombre del desarollo”. Aplicar esta fórmula a los espinosos litigios sobre derechos humanos, han llevado a los brasileños a imaginar escenografías inéditas y aperturas audaces confeccionadas a medida de los Estados “delincuentes”, un amplio menú para todos los gustos de los países atrancados en negar las libertades fundamentales y los derechos individuales. Bajo dictaduras o democracias autoritarias, las poblaciones civiles sufren la represión, el trabajo esclavo, la imposibilidad de circular internamente o emigrar al extranjero, la discriminación, el desabastecimiento y el bloqueo de la ayuda humanitaria.

Cercados por declaraciones condenatorias que se acumulan de larga data, reacios a suscribir los tratados de Naciones Unidas, bajo monitoreo de sistemas de control del propio Consejo de Derechos Humanos de la ONU, esos países rechazan la presión moral de la comunidad internacional. Acaso especulan con que no sufrirán represalias militares porque en el plano de los derechos humanos, no hay uso de la fuerza coercitiva en la ONU, sino que todo depende de la persuación y la voluntad de aceptar pacíficamente las normas que se decantan de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Para salir del atolladero, Brasil sugiere una serie de gestos espectaculares que les quitaría a esos países el argumento que son víctimas de la selectividad y la politización del Consejo, que los acorrala con la nominación de Relatores Especiales o Comisiones Investigadoras que los pongan bajo la lupa. Se trata de expertos, convocados para dar seguimiento planetario a unos 30 temas, sirviendo de ejemplo la tortura, la independencia de los jueces, la detención arbitraria y las ejecuciones extrajudiciales; abarcando crisis puntuales, tales el genocidio en Darfour, o la guerra en Gaza. Asimismo figuran entre esos especialistas juristas que supervisan situaciones de países con mandato de la ONU, valiendo la muestra el implementado por el abogado argentino Tomás Ojea Quintana en Myanmar. Todos llevan a cabo pesquisas cuyos resultados se denuncian en audiencias públicas del Consejo, que adopta democráticamente en conclusión decisiones que buscan avanzar hacia un mayor respeto in situ de los principios universalmente aceptados.

Brasil pretende consenso para dialogar con esos Estados antes de sancionarlos, ofrecerles asistencia técnica de la ONU, multiplicando reuniones de consulta con ellos y sus vecinos, o con países testigos aceptados de común acuerdo, concertando actividades de vigilancia con los gobiernos concernidos, alentandolos a participar en misiones informativas conjuntas dirigidas por emisarios o propiciadas por facilitadores del propio Consejo en el terreno, o en Ginebra, inclusive por fuera de sus sesiones ordinarias. Si fracasaran esas medidas de fomento y las atrocidades se revelaran insanables, quedaría el remedio postrero de las sesiones especiales del Consejo, reiterar los resoluciones condenatorias y la nominación de más Relatores para los países que violen persistentemente los derechos humanos y no contribuyan de buena fe a reanimarlos, negándose a cooperar con la ONU.

Brasil y Cuba y la vieja pelea de los interlocutores privilegiados

Los realineamientos diplomáticos indican un abandono de hecho de las posturas históricas de Brasil y Cuba. El primero siempre se perfiló, aún en la época de su dictadura militar, a modo de intermediario entre los  países del Tercer Mundo y los Estados Unidos, para nuclear al “sur” pobre y subdesarrollado detrás de ellos y negociar con el “norte”, capitalista rico. El segundo se ubicaba de nexo o comisionistas entre los países de Asia, África y América Latina, y la socialista Unión Soviética, que al desmoronarse, le quitó razón de ser a la ambición internacional cubana, la cual se refugió en el Movimiento de Países No Alineados (NAM), cuya importancia se ha visto paralelamente disminuida por la misma razón, la extinción de la URSS y la supremacia de una sola superpotencia mundial: Estados Unidos.

Brasil ha evolucionado hacia una posición de mayor preponderancia y si bien mantiene su aspiración de interlocutor con Estados Unidos, lo hace desde una óptica de potencia regional, de país emergente que está dejando de ser subdesarrollado, y se ofrece como socio de los países pobres, pero en sintonía con los demás países emergentes (China, India, Rusia, África del Sur). Desde ahí Brasil incursiona en lanzar una asociación con los paises islámicos, la gran novedad de la última década, congregados en la Organización de la Conferencia Islámica (COI), una red de 57 Estados. La idea rectora de Brasil es ponderar la la multilateralidad y la integración con todos estos países, y una vez conseguida dicha integración, profundizar la interlocución para obtener reformas que mejoren los derechos humanos.

America Latina, la actual pelea por la hegemonia entre Brasil y México

Las alianzas dentro del conjunto de los Estados latinoamericanos y del Caribe (GRULAC) muestran dos bloques, que se traducen en las desavenencias que priman entre los 8 países que tienen escaños en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Se visualiza una corriente pro-occidental, cercana a Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, Japón, Australia y Corea del Sur, capitaneada por México, que algunos le adjudican la intención de aplicar sin fisuras las reglas vigentes de derechos humanos en Naciones Unidas, corriente a la que adhieren Chile y ahora Guatemala, y que probablemente contará con el concurso, entre los países observadores, de Colombia, por su beneplacito incondicional a los Estados Unidos, y de El Salvador, debido a contraprestaciones geopolíticas por cuestiones de migración con México y Estados Unidos.

En ese sentido, Uruguay y Argentina suelen apoyar esta tendencia, aunque guardan un margen de maniobra que a veces los aleja a tomar distancia. Brasil compite con México y desea englobar una posición más flexible que abarque a Cuba, núcleo al que tal vez se sume Ecuador, descontando que les darán apoyo los observadores en que se transforman Bolivia y Nicaragua, relevadas recientemente en el Consejo.

En ese ajedrez, la consecuencia del creciente peso específico de Brasil en tanto país hegemónico en el continente, debería ir relegando a Cuba y a Venezuela, convenciendolas que desistan  de erigir un polo regional diferenciado. Estas podrían ir convergiendo en una alianza más amplia, relacionada con los 12 países de UNASUR, asimismo catalizada por Brasil. Cuba sería progresivamente desplazada en la disputa por orientar América Latina. Es invitada a plegarse a los designios de Brasil, que le daría acogida bajo su égida, sabiendo que la “revolución“ de los hermanos Castro carece de posibilidades para implicarse con México por la connivencia de este con Estados Unidos.

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