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2010/08/16

EDH-A bordo del vuelo de los deportados

 La periodista de la agencia de noticias Associated Press (AP) Sophia Tareen fue autorizada a viajar en uno de estos vuelos.Los agentes de la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE) detienen a los extranjeros y luego, bajo escolta, la agencia transporta a los deportados.

16 de Agosto. Tomado de El Diario de Hoy.

 

Guillermo Campos Ojeda mira inexpresivamente hacia el cielo desde la ventanilla del avión y evoca los 22 años que pasó en Estados Unidos sin papeles.

Su odisea comenzó en 1988, cuando cruzó ilegalmente la frontera, y concluyó en mayo de este año, cuando fue detenido por conducir sin una licencia. Trabajaba dos turnos diarios en una fábrica de Chicago, tuvo algunos problemas con la ley, se casó y es padre de una niña, quien hoy tiene dos años y es ciudadana estadounidense.

Su vida acaba de dar un gran giro: Ojeda es uno de 53 indocumentados que están siendo deportados. La jornada comienza en un centro de procesamiento de las afueras de Chicago y culmina con una caminata solitaria por el puente de Brownsville, Texas, que comunica con México.

"Durante diez años tuve dos trabajos. No le pedí nada al gobierno'', expresó, secándose algunas lágrimas con sus manos, que están esposadas. "No soy perfecto. Uno tiene que pagar por las cosas que hace y yo estoy pagando''.

Vuelos como estos salen desde 40 ciudades de Estados Unidos, a veces a diario. El año pasado fueron deportadas 350,000 personas, 220,000 de ellas en aviones. La cantidad de gente que es enviada de vuelta a su país se triplicó en la última década y se pronostica que esa cifra seguirá aumentando.

Una periodista de la agencia Associated Press (AP) fue autorizada a viajar en uno de estos vuelos y observar esas traumáticas horas finales de los indocumentados que son repatriados y enfrentan un futuro incierto a su llegada a México.

Encadenados

El día se inicia antes del amanecer para los 53 deportados, que llegaron desde distintas prisiones de la región al centro de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, según sus siglas en inglés) de Broadview, Illinois.

Envueltos en mantas, esperan en las celdas que funcionarios del consulado mexicano revisen sus papeles y les entreguen 20 dólares, que podrán usar del otro lado de la frontera.

Ojeda se despide de su esposa y su hijita por teléfono, en una sala donde hay vidrios que separan a los detenidos de los visitantes. Apoya su mano en el vidrio, apuntando hacia su hija. Un cartel dice "Prohibido tocarse''.

La mayoría de los deportados en ese vuelo son delincuentes convictos, incluidos uno por asesinato, 16 por agresión sexual, 11 por manejar borrachos, nueve por asuntos de drogas y seis por robo. Solo seis no tenían antecedentes policiales.

A las nueve de la mañana ya están todos encolumnados, revisados y encadenados, sin importar el delito. A lo largo de todo el pasillo se escucha el sonido de cadenas.

"¡Volveré!'', le dice un hombre al guardia que le coloca esposas.

Entre los detenidos está Alberto Ortiz Hernández, de 24 años, quien vino a Estados Unidos de adolescente, habla mejor inglés que español y está casado con una estadounidense.

Ortiz, quien vive en Appleton, Wisconsin, no se presentó a una importante vista sobre su situación inmigratoria en 2009 y de inmediato se ordenó su deportación. No se fue. Trató de pasar lo más inadvertido posible hasta que en marzo lo detuvieron por manejar sin licencia.

Podría regresar al país legalmente, pero tendrá que esperar al menos tres años en la Ciudad de México, donde tiene a su madre y dos hermanas.

"Quiero hacer las cosas bien'', afirmó.

Su esposa Farrah, quien espera un bebé, no sabe cómo pagará las cuentas sin su marido.

"Pero si vuelve ilegalmente, jamás podrá conseguir la residencia'', expresó por teléfono. "Lo único que nos queda es esperar''.

Volverán

Algunos de los deportados en este vuelo seguramente volverán. El ICE dice que con frecuencia paga varias veces por una misma persona los 650 dólares que cuesta un pasaje en un solo sentido.

"Así es la vida. Cruzan la frontera constantemente'', manifestó el coordinador de los vuelos del ICE Craig Charles. "Viven un tiempo allí. Vuelven, son atrapados y devueltos. Es una puerta giratoria''.

Dentro de algunos meses el ICE dispondrá vuelos que dejarán a los deportados más adentro del territorio mexicano, lo que dificultará su retorno inmediato.

De todos modos, los expertos dudan que merme el flujo de indocumentados por más cambios que hagan en las leyes si no hay incentivos económicos para que se queden en sus países.

El avión con los deportados aterriza en Harlingen, Texas, y los deportados son llevados en autobús al puesto fronterizo de Brownsville, donde los agentes les sacan las cadenas, les dan sus pertenencias y los escoltan hasta el puente.

Del otro lado los esperan coyotes ansiosos por sacarles dinero para llevarlos de vuelta a Estados Unidos.

Ojeda dice que no volverá porque los riesgos son demasiado grandes: sentencias cada vez más largas y un posible deterioro de su salud, ya que es diabético.

Tampoco le pedirá a su familia que se venga con él a México.

"No hay trabajo. No hay recursos. Hay mucha droga y mucha violencia'', expresó. "No quisiera que mi hija viviese así''.

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