Juan A. Valiente.18 de Agosto. Tomado de El Diario de Hoy.
Mientras los adultos continuamos discutiendo, los jóvenes construyen soluciones para familias salvadoreñas. Desde hace tres semanas el debate público ha estado dominado por la sentencia de la CSJ y las reacciones indebidas en especial de la Asamblea Legislativa y algunas personas con agenda política.
La semana de vacaciones dio un respiro a las muestras de intolerancia y la falta de respeto a la independencia de poderes. Obviamente no siempre las sentencias de la Corte serán de satisfacción de todos, pero son Constitución.
Mientras debatíamos sobre inconstitucionalidades y cachiporristas, muchos jóvenes decidieron en esa semana darnos una lección. Del 31 de julio al 6 de agosto más de 300 voluntarios construyeron 154 viviendas de emergencia para familias en extrema pobreza. Los jóvenes de "Un Techo para mi País", estaban cumpliendo con la primera etapa de construcción de las casas donadas por todos como parte de la campaña mundialista "Un gol por un techo", en la que se recogieron fondos para construir 184 viviendas.
La lluvia retrasó las construcciones y los jóvenes debieron trabajar un día extra para hacer frente al compromiso de construir las viviendas. Como comentaba Gerardo Calderón: "Los voluntarios nunca tiraron la toalla. Más de la mitad se quedaron un día más; decidieron quedarse hasta poner el último tornillo de la última casa. ¡Grande!"
De nuevo los jóvenes tuvieron la oportunidad de conocer personalmente a quienes son la razón más importante de su trabajo, conocer sus rostros, sus historias y sus sueños. Aquí compartiremos algunas de esas historias de hermanos salvadoreños que hacen que todo este trabajo de los jóvenes adquiera sentido.
En "Viuda de Alas" al inaugurar su nueva vivienda, Yosselin, la señora de la familia de tan sólo 19 años, dijo: "Ahora mi hijo ya no se va a enfermar…" y quebró en llanto. Hace un año su bebé había padecido gravemente de neumonía y pasó casi un mes en el hospital. El padre, Marcos, voluntario de Comandos de Salvamento, es literalmente "salva vidas". Es justo que tengan un lugar digno y seguro donde vivir.
En La Cuchilla, la familia de Azucena se fortaleció al construir la vivienda. Ella y su esposo estaban teniendo problemas conyugales y al parecer la nueva vivienda, aunque humilde y temporal, les mostró que las cosas pueden ser diferentes y ahora están juntos de nuevo. El "Techo" sembró esperanza.
Estoy seguro que por cada familia que conocieron y de la que se hicieron parte, hay una historia que valida y justifica la intervención del "Techo", al darle una vivienda y crear un nuevo espacio vital para ellos. Se logra unir familias, evitar que los niños se expongan al frío y a la lluvia, y demostrar que la pobreza no es insuperable. Se demuestra solidaridad.
Los jóvenes del "Techo" están realmente cambiando al país desde sus cimientos; desde lo más importante, su gente. Han reconocido sus necesidades, trabajan a la par de sus hermanos más pobres y los animan a seguir adelante. Eso es cambiar al país con la magia del "Techo": romper con la ceguera de la indiferencia que nos impide reconocer a nuestros hermanos en los asentamientos más excluidos y dejar que su realidad nos afecte con sus proyectos y necesidades, motivándonos a trabajar mano a mano con ellos.
Al final de la jornada también hubo magia. El viernes 6 de agosto en Chorro Abajo, don Genaro sólo tenía un cohete de vara y tres casas por inaugurar. Cuentan los voluntarios que ese cohete de vara reventó tres veces en el aire, uno por cada casa.
Deben los jóvenes sentirse orgullosos de pertenecer a este movimiento de voluntarios que no sólo cree y quiere un país diferente, sino que lo construye. Escuchen el llamado de líderes del "Techo" que invita a continuar: "Volvamos a las comunidades lo más pronto posible. Nos han dado demasiado para dejarlas olvidadas tanto tiempo. Organicémonos y vayamos a ellas de nuevo".
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