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2010/08/10

LPG-Cráteres y cárcavas

 Durante décadas el ministro de Obras Públicas fue siempre un ingeniero, conforme al criterio de que su capacidad profesional le facilitaría una visión más completa y detallada para realizar adecuadamente los proyectos que absorben la mayor parte del presupuesto de la nación.

Escrito por Sigfrido Munés.10 de Agosto. Tomado de La Prensa Gráfica.

De un tiempo para acá tal criterio cambió, supuestamente porque el ministro es el jefe político de la secretaría y esta cuenta con un equipo de ingenieros y otros profesionales, capaces de enfrentar los retos propios de la época, incluidas las tentaciones que nunca faltan.

Cuando el señor Gerson Martínez (del FMLN) fue nombrado ministro de Obras Públicas, se produjo una sorpresa, con diversas connotaciones. A él se le identificaba como un experto en asuntos financieros y fiscales que durante más de 15 años fue un crítico agudo de las políticas hacendarias de los gobiernos anteriores e insistió siempre en la necesidad de transparentar el manejo de las cuentas públicas. Con tales antecedentes es fácil deducir por qué muchos de sus camaradas, como algunos de sus adversarios, pronosticaron que él sería el ministro de Hacienda en este gobierno. Después del estira y encoge para el nombramiento del gabinete “del cambio” y al lograr el FMLN el control territorial –civil y político– del país, era una compensación lógica para los amigos de Mauricio que ellos guardaran las llaves de la caja fuerte y que don Gerson fuera nombrado a un cargo que –según sus propias palabras– no esperaba.

Compañeros y adversarios han reconocido en él ciertas virtudes poco comunes en los políticos encumbrados a altos cargos: mantiene su sencillez y no se ha mareado. De igual manera, coinciden en concederle el perfil de hombre honrado y el país necesita que sepa mantenerlo.

Al terminar la temporada lluviosa de 2009 los daños en el pavimento no fueron debidamente resanados, como venía acostumbrándose desde 1924. Y los hoyitos se hacen grandes y el proceso destructivo se extiende, y donde el agua abre grietas en calles y carreteras comienza la formación de cárcavas. El agua es vida, pero también tiene el poder de destruirla y de arrollar con los bienes de ricos y pobres.

No obstante que pagamos “cash” el FOVIAL, las arterias principales, no digamos las vías de segundo o tercer orden, lucen llenas de cráteres. Y un paisaje así no corresponde a un país empeñado en promover el turismo, ni le hace justicia a los propietarios de cientos de miles de vehículos que diariamente sufren daños y se exponen a accidentes fatales. Además, todo esto multiplica los gastos de mantenimiento de las unidades, agravando la crisis que vivimos y aumentando el déficit en nuestro comercio exterior, ya que casi todas las partes que se dañan son importadas.

No hay dinero para tapar hoyos y cárcavas, pero sí lo hay para otros menesteres; y ante los ojos incrédulos de los contribuyentes, vehículos nacionales de lujo circulan en funciones no oficiales, para beneficio particular de aquellos a quienes se les dificulta establecer fronteras entre la propiedad pública y la privada.

La gente no quiere que se siga pasando sobre el sistema de licitaciones, por defectuoso que sea; ni que se importe puentes con medidas incorrectas, imposibles de usar donde se les necesita con urgencia.

El buen estado de calles y puentes no es un lujo, don Gerson; y para reforzar la confianza de que usted goza, debería hacer cambios profundos en el MOP. Exija que la multimillonaria recaudación por placas nuevas se asigne a su ministerio y sirva a quienes las pagan y a todos los salvadoreños, para que el progreso del país marche sobre ruedas.

Cráteres y cárcavas

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