Eduardo Torres.11 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.
El vuelo trasatlántico arribó a la terminal 5 del aeropuerto de Heathrow, a la hora prevista, con un único inconveniente: no llegó mi valija. Salí de la referida terminal tras poner el reclamo a la línea aérea y... sorpresa: huelga en el Underground (Metro de Londres). Tomé el tren expreso a la estación de Paddington, en el centro de esta cosmopolita ciudad, la más grande de Europa, y encontré caos. La huelga en la mayoría de líneas de esta compleja telaraña que forman el Underground –a seis semanas de los grandes recortes que hará el nuevo gobierno británico–, hizo colapsar la capacidad de transporte en el centro de Londres. Tras cuatro horas, tomar un taxi fue misión imposible; preguntando en cada esquina, a pie, luego en autobús y finalmente en una de las pocas líneas que funcionaban, logré llegar al hotel, sede de la IX Convención Internacional de Salas de Redacción de la Asociación Mundial de Periódicos.
Al leer elsalvador.com y revisar emails me di cuenta de la magnitud de lo que con simultaneidad acontecía en nuestro país. Siempre me ha dolido el sufrimiento al que someten a nuestra gente con "los paros al transporte", pero esta vez, por estar lejos de casa, por la personal experiencia vivida y por el grado de amenaza, el dolor tuvo un significado mayor.
Todas las incomodidades posibles, pensé, para cumplir rutinas básicas, como ir a trabajar o a estudiar, más la amenaza de atentados criminales en contra de nosotros y de nuestros familiares. Qué escenario puede ser peor para la mayor parte de nuestros compatriotas, que a diario necesitan utilizar el "transporte público". Acá la huelga fue de un día, para presionar que no haya recortes en el transporte de esta ciudad; en El Salvador los atascos y los "paros" son por todo y por nada.
En las sociedades modernas y exitosas las interrupciones al transporte suelen ser, como sucedió en Londres el martes, noticias de un día; en países todavía de "renta media" como nosotros, duró casi toda la semana laboral. Qué paradoja, pensé: mientras en Londres habíamos 150 personas en el congreso periodístico, llegadas desde tres continentes –la mayor parte europea–, con el objetivo de afrontar los desafíos existentes en nuestra industria, en El Salvador estamos en el limbo en cuanto al riesgo de que nos encarcelen por el papel que como medios jugamos; es decir, que nos encarcelen a nosotros los periodistas, y a los que no siendo periodistas, viertan opinión que moleste a alguien.
Esta convención tuvo como tema principal las diferentes plataformas para informar a nuestros lectores, y expositores como Arthur Sulzberger Jr., de The New York Times, quien hizo referencia a lo atado que está el trabajo periodístico a la democracia, si lo ejercemos bien.
En una semana en que se conmemoran los atentados terroristas en Nueva York y Washington, a nueve años de perpetrados, y aparece en escena un supuesto pastor en la Florida que propone estúpida y peligrosamente quemar ejemplares del Corán, se vuelve aún más importante darle seguimiento a los sucesos nacionales y mundiales. Las decisiones de los próximos años en nuestro país nos requieren estar debidamente informados y no ser apáticos ante la realidad cotidiana, más en momentos de amenaza como el que actualmente vivimos. Bien por la aprobación de la Ley Antipandillas y por la sanción a ella de parte del presidente Funes.
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