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2010/09/23

EDH-El populista versus el estadista

 Marvin Galeas.23 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

La democracia, dijo alguien importante, no es un sistema político perfecto, pero es el mejor que hemos conocido. Casi todo mundo dice compartir tal afirmación. Tanto es el prestigio de la democracia que hasta los peores dictadores han dicho sin sonrojarse que son demócratas. Basta con agregarle un apellido para medio enmascarar a una cruel tiranía. Como democracia popular se autodefinieron los brutales regímenes de Idi Amín, Pol Pot y Ceacescu, por ejemplo.

Y al no ser perfecta, uno de los graves peligros de la democracia, sobre todo en aquellas sociedades con bajos niveles de instrucción e información, se escojan como gobernantes a los más populares en detrimento de los más capaces. En no pocos países, desarrollados y subdesarrollados, predominan las estrategias del mercadeo político sobre las propuestas de los partidos y los candidatos. Pareciera que para conquistar votos son más importantes los jingles y las frases más o menos ingeniosas que las plataformas electorales.

Los partidos políticos, sobre todo por estas tierras nuestras, cuando comienzan a seleccionar a sus candidatos, en lugar de de hacerlo analizando hojas de vida, capacidades y virtudes lo hacen buscando entre los más conocidos por el electorado, y de los más conocidos a los que tienen más opiniones positivas que negativas, de acuerdo a las percepciones del público. Repito, de acuerdo a las percepciones. La realidad puede ser diferente.

Raras veces el más popular resulta ser el más capaz. Pero en el afán por ganar una contienda electoral con poco esfuerzo mental para elaborar propuestas interesantes, y poca imaginación para volver popular a una persona capaz pero desconocida se recurre al que simplemente es popular. Y es entonces cuando por irresponsabilidad de los partidos políticos se convierte en Presidente cualquier charlatán.

Gobernar es un asunto complicado. La frasecita esa de que gobernar es comunicar, es un invento de uno de esos tantos farsantes que con el título de asesores de mercadeo político deambulan por nuestros países desplumado a ignorantes. Gobernar es mucho más que vivir en la ansiedad de las encuestas. Es tomar decisiones diarias que afecten de manera positiva o negativa a la totalidad o parte de una sociedad. La valentía y la sabiduría con que se toman esas decisiones es lo que diferencian a un populista de un estadista.

Un presidente popular e inepto forma su equipo con sus amigos. Un estadista se rodea siempre de los más capaces. El popular inepto antes de tomar una decisión consultará primero con su asesor de imagen sobre la manera en que eso la afectará en la próxima encuesta. El estadista se reunirá con su equipo y ponderará con ellos los alcances positivos que una medida tendrá para el conglomerado a lo largo del tiempo. No siempre una medida acertada y necesaria será bien vista en lo inmediato por el público. Pero eso no le importa al verdadero estadista, pero sí paraliza al populista.

En nuestro país se requiere tener un título universitario para ocupar el puesto de director de policía, pero para ocupar la presidencia de la República no. Y eso de la moralidad e instrucción notorias resulta ser muy pero muy relativo. El presidente de un país, cualquiera que sea, debe tener una sólida formación académica, aparte, madurez emocional y, una vida personal ejemplar. No es que la cuestión de la popularidad no sea importante, tampoco hay que ser ingenuo, pero no debe ser lo determinante.

Lo más triste para un país es cuando la clase política entera es dominada por la concepción populista. Es entonces cuando hacer política se reduce a la simulación y al cinismo. Cuando todo se vuelve negocio. Y lo que se pone de moda es la compraventa de curules, el tráfico de influencias. Es cuando las estrategias de lucha electoral se reducen a esa repugnante práctica de pretender enlodar el nombre de los adversarios mediante la difusión de rumores desde el anonimato.

Cuando el arte de la sana estrategia política es sustituida por los manualitos de guerra psicológica.

Ahora que en el país se ha producido la alternabilidad en el Ejecutivo, cuando ganó la oposición, el electorado tiene la oportunidad de comparar de manera objetiva. Y por ello de demandar a los partidos políticos mayor responsabilidad a la hora de escoger a sus candidatos a cualquier cargo de elección popular, es decir seleccionar a los más capaces y no necesariamente a los más populares.

(Aprovecho la oportunidad para pedirles a los autores de esos viles correos electrónicos anónimos, que insultan y denigran a otras personas, que tengan la caridad de borrarme de sus listas).

*Columnista de El Diario de Hoy. marvingaleas@cinco.com.sv

elsalvador.com :.: El populista versus el estadista

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