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2010/09/04

EDH-La vida y sus mamparas

 Carlos Mayora Re.04 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

Las cuestiones concernientes a la vida deberían, en principio, provocar los consensos más generales, pues al ser el don más preciado, por simpatía o solidaridad, uno tendería a pensar que los demás también lo consideran como tal.

Sin embargo, no es así: precisamente en torno a la vida se dan los debates más prolongados y disonantes como las opiniones sobre la contracepción, el inicio de la vida humana, el derecho a vivir de los niños con taras congénitas, el aborto, el respeto del ser humano que muere, y un largo etcétera; se dan opiniones tan variadas y contradictorias, que incluso entre personas que se declaran a sí mismas pro vida, no se logran consensos plenos.

Todas las personas inteligentes estamos obligados a buscar verdades que orienten nuestras opciones de actuación por encima del momento pasajero, del placer fugaz, del interés egoísta o la opinión mayoritaria… Lo sabemos, y si somos honestos con nosotros mismos, reconocemos que es nuestra responsabilidad no sólo actuar bien, sino saber explicar y explicarnos las razones de nuestras opciones y acciones. Por eso no debemos soslayar las cuestiones fundamentales.

La vida es en sí misma un bien preferible a su contrario, siempre. Precisamente porque lo es, nadie duda en ayudar a otro cuya vida corre un riesgo, en poner todos los medios para rescatar treinta y tres mineros de las entrañas de la tierra, o una sola persona atrapada en los escombros después de un terremoto, por ejemplos.

Pero resulta que la vida no es un bien único. Hay otros relacionados directamente con ella como la salud, el bienestar, la dignidad de la persona, la capacidad de conocer y de amar, la libertad, etc. Que, a la larga, dependen de la vida para existir, pues tienen en ella su condición de posibilidad. De allí que proteger la vida, es tutelar todo lo demás.

Por otra parte, es imposible actuar sin valores. De hecho, la definición de valor pasa precisamente por su naturaleza de motivador para la acción. Los valores, en su sentido original son formales, no tienen contenidos precisos, y precisamente por ello, tienen tanta fuerza. Cuando se entra en conflicto a la hora de identificar los valores que se oponen al de la vida, podría hablarse de una impostura, de una rebelión de los valores menores contra el fundamental de la vida, que actúan como pantallas que opacan o desdibujan sus contornos.

Así, la libertad sustituye al derecho a la vida del otro; el deseo de vivir sin dolor justifica quitar la vida al que sufre; los valores materiales pueden imponerse sobre el valor de una nueva vida; se confunde la vida misma con una existencia sin taras o malformaciones, y se prefiere evitar que venga al mundo un niño con defectos congénitos, conculcando su derecho a vivir; se desliga el compromiso, la responsabilidad, del don de la vida, y se actúa como si fuéramos no sólo dueños, sino creadores de cualquier existencia humana, incluyendo la nuestra…

Entre todas las mamparas, uno de los engaños más tristes y frecuentes se da cuando se opta por valores inmediatos y de menor importancia, y se echan al cubo de los desperdicios vidas humanas; como en el caso del aborto, que encuentra su justificación en causales infinitamente menos dignas que la vida del no nacido.

Es una contradicción escoger lo menos y desechar lo más. Pero así somos. Actuamos muchas veces de tal modo que si pensáramos despacio lo que hacemos, o si simplemente nos pusiéramos en el lugar del otro, no tendríamos más remedio, si somos honestos, que reconocer que hacemos lo equivocado.

elsalvador.com :.: La vida y sus mamparas

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