Ricardo Esmahan.21 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.
El pasado sábado 11 de septiembre se cumplió el noveno aniversario del ataque terrorista más impactante de la historia moderna. Ahora podemos apreciar los detalles que se dieron en ese evento y sus terribles consecuencias. Han sido nueve años en los cuales la atención primaria de los Estados Unidos ha estado sobre el mundo islámico. Además de una inversión masiva en la seguridad nacional, los Estados Unidos se han involucrado en dos largas guerras, en Iraq y Afganistán, y han conducido una campaña global encubierta contra Al Qaeda y otros grupos radicales.
Para entender los nueve años pasados se deben entender las primeras 24 horas de la guerra y recordar los sentimientos generados en esas horas. El ataque fue un "shock" y su audacia militar aterradora. No se sabía con certeza qué venía después. Existían muchas interrogantes: ¿Estaban preparadas otras células terroristas en los Estados Unidos? ¿Tenían capacidades más sustanciales que las mostradas el 11 de septiembre? ¿Podrían ser descubiertos y detenidos? Muchos que ahora reclaman que los Estados Unidos perdieron los estribos, en realidad olvidan su propio sentido de pánico. Lo que sí es una realidad es que nueve años después existe más unidad internacional en contra del terrorismo.
El único camino prudente hace nueve años era prepararse para lo peor y eso fue precisamente lo que hizo la administración Bush. Nada simboliza más lo correcto de esa decisión que la amenaza de que Al Qaeda tuviese armas nucleares y usarlas contra los americanos y sus aliados.
La Administración Bush tuvo que tomar tres medidas: primero, asegurarle al público que sabía lo que estaba haciendo. En segundo lugar, tenía que hacer algo que se viera decisivo. Y en tercer lugar, preparó una inteligencia y un aparato de seguridad para determinar las amenazas reales, algo parecido a un pelotón de fusilamiento actuando a la orden de: vista al frente, atención, apunten… ¡fuego!
Durante estos nueve años no se han dado más ataques de gran escala causados por militantes de grupos extremistas islámicos. Sin embargo, a cualquiera que se le hubiese preguntado el 12 de septiembre del 2001 si el ataque del día anterior sería el último ataque importante, su respuesta hubiese sido un temeroso: "Es lo más probable". Hasta la reciente amenaza de las maras en El Salvador, para disuadir la entrada en vigor de la Ley Anti Maras, creó zozobra y pánico a nivel nacional, ya no digamos ese ataque en la Gran Manzana. Hasta hoy sabemos que Al Qaeda no tenía los recursos para montar operaciones de gran envergadura.
Cualquiera que haya sido el origen de la guerra con Iraq, permanecer ahí ha sido necesario para contener las intensiones propias de Irán. La situación en Afganistán es diferente, el interés estratégico es mínimo. La única justificación puede ser porque Al Qaeda lanzó los ataques desde Afganistán. Hoy en día Al Qaeda puede lanzar ataques desde otros países. El hecho que Afganistán fue la retaguardia donde los ataques se pusieron en marcha, no significa que Al Qaeda dependa de Afganistán como reducto.
La conmemoración del noveno aniversario se ha realizado en medio de polémicas y controversias de carácter religioso, en torno a la construcción de una mezquita cerca de la zona cero. Pero como bien destacó el presidente Obama, "no fue la religión la que atacó ese fatídico día de septiembre".
Después de nueve años, la cuestión no es ¿qué hacer en Afganistán? sino, cómo el poder mundial puede regresar a la gestión de todos sus intereses globales. Y nosotros aquí en El Salvador, poner bajo control el flagelo de la delincuencia y el crimen organizado.
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