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2010/09/03

LPG-Editorial-El Estado debe responder al interés ciudadano

Apaciguar los ánimos sería el primer paso en esa línea de acción y de reacción que debería imponerse de aquí en adelante, para evitar que los problemas se compliquen más y que las soluciones se alejen en la misma medida.

Escrito por Editorial.03 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

Nos encontramos a diario, en el plano de la política pública, con una serie de acciones y fenómenos que acaparan la atención nacional, y que lejos de aportar claridad y sostenibilidad al ambiente más lo enredan y lo perturban. Es como si la complejidad de la agenda que está sobre el tapete de la realidad del país desorientara los ánimos en vez de provocarles la lucidez que la naturaleza de los desafíos demanda. No es extraño, entonces, que haya más incertidumbre de la que el ánimo ciudadano puede procesar y más desconfianza de la que el buen desempeño institucional admite para que las cosas funcionen como se debe.

El tema de la seguridad ciudadana sigue en primera línea de la preocupación general, y aún no se ven señales convincentes de coordinación interinstitucional que den confianza de que se está en la ruta de las soluciones. La seguridad jurídica y administrativa también está emproblemada, porque entre el Ejecutivo y el Legislativo hay crispaciones intermitentes, algunas de ellas caprichosas, y porque, desde el Órgano Judicial, se está fortaleciendo la tendencia al encerramiento en criterios de autocomplacencia personalista. Y la seguridad económica permanece en crisis porque no se ven señales que permitan proyectar a largo plazo, por las variadas incertidumbres políticas.

Todo lo anterior lleva a subrayar la necesidad de demandar, desde los distintos espacios de la acción ciudadana, una autocrítica institucional de fondo, que conduzca hacia lo que podría llamarse una reforma efectiva del Estado, no sólo en sus estructuras y mecanismos, sino a partir de un cambio en las actitudes de las autoridades y los funcionarios en relación con la función que desempeñan como meros representantes del pueblo, y no como entidades autosuficientes. Esto lo viene requiriendo la democracia misma, para poder avanzar sin más contratiempos.

Confianza y seguridad

Hay que subrayar que la confianza y la seguridad siempre van de la mano, y que una no puede funcionar sin la otra. Las autoridades y los funcionarios de todos los niveles están en la perentoria obligación de dar confianza en el desempeño de sus respectivas atribuciones y de contribuir así a la seguridad que la institucionalidad y la sociedad necesitan para cumplir con sus respectivas tareas dentro de la democracia y con miras al desarrollo. Por eso vivir en conflictividad institucional es el peor servicio que se le puede hacer a la estabilidad del sistema.

El momento nacional es especialmente delicado, porque los problemas más graves que afrontamos, como decir la criminalidad desbordada, la debilidad ya crónica del crecimiento económico, las demandas sociales acumuladas e insatisfechas y las urgencias derivadas de nuestras variadas vulnerabilidades tanto sociales como ambientales requieren la armonía básica de las acciones y de las proyecciones, que sólo puede surgir de los entendimientos responsables entre todos los actores principales que operan en la realidad del país.

Si tomamos en cuenta que el calendario político está siempre interfiriendo en el hacer nacional, resulta indispensable salir del círculo vicioso de las pequeñas disputas interpartidarias e interinstitucionales para entrar en una nueva fase, en la cual se impongan el buen tino y la responsabilidad. Apaciguar los ánimos sería el primer paso en esa línea de acción y de reacción que debería imponerse de aquí en adelante, para evitar que los problemas se compliquen más y que las soluciones se alejen en la misma medida.

El Estado debe responder al interés ciudadano

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