El “QS Top University Rankings” presenta nuevamente la edición de las 200 mejores universidades del mundo; la metodología para la elaboración de este estudio, que se realiza desde 2004 y que incluye un listado de 2500 instituciones, de las 10,000 que registra la UNESCO, parte del análisis y medición de los institutos de investigación, el índice de reputación académica (World Scientific Publishes), el índice de reputación en la empleabilidad de sus graduados, el índice de facultad internacionales (cómo se atrae, admite y retiene a estudiantes y profesores internacionales), indicadores de bases de datos estadísticas, autores citados, normalización, ponderación y agregación.
Escrito por Óscar Picardo Joao.22 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
La única universidad latinoamericana que apareció en el ranking 2009 ya no está en el nuevo mapa; en efecto, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que se ubicó en el lugar 190 en el año pasado, este año 2010 descendió a la posición 222. Lo más cercano a nuestra realidad hispana es la Universidad de Barcelona que se ubica en el puesto 148 y la Universidad Autónoma de Barcelona en el lugar 173; el resto del ranking se lo reparten los países más desarrollados, particularmente Estados Unidos, Inglaterra, Japón, Australia, China, Canadá, Holanda, Suiza, entre otros.
Este tipo de mediciones con índices objetivos plantean la gran brecha entre las universidades –y sociedades– que se despliegan en la nueva economía de la información, y aquellas otras que aún navegan en esquemas medievales, napoleónicos, agrícolas y, en el mejor de los casos, industriales. En efecto, como lo hemos apuntado en alguna otra reflexión: “ninguna sociedad es superior a sus universidades”.
¿Pero qué sucede cuando contrastamos este ranking con nuestra realidad universitaria?; pareciera una locura, pero en el ranking aparecen universidades de países emergentes como: Singapur (en lugar 31 y 74), Irlanda (en el lugar 52, 89 y 184), Taiwán (en el lugar 95 y 196), Israel (en el lugar 102, 114 y 159), Nueva Zelanda (en el lugar 135), Tailandia (en el lugar 180); por cierto, son países que han diseñado políticas educativas de largo plazo, políticas de Estado serias y consistentes, que han trascendido a los vaivenes gubernamentales, ya que detrás hay un proyecto de país. Por el contrario, en Latinoamérica, mientras muchos países aún toleran las universidades de garaje y la mediocridad científica, otros, a duras penas dejan hacer y pasar una docencia obsoleta basada en profesores taxi mal pagados y poco dignificados; y en su conjunto, unos y otros países latinoamericanos, posibilitan el engaño de graduar y titular profesionales que “conocen pero no comprenden ni pueden aplicar lo que han aprendido”, ya que sus universidades –a espaldas del sector productivo, empresarial e industrial– enseñan en ambientes teóricos y obsoletos.
El mejor indicador que avala la hipótesis propuesta es la cantidad y calidad de producción científica, la cual en un círculo virtuoso nutre la docencia; ¿dónde están nuestros autores citados, nuestra presencia en el cardex científico, nuestras revistas especializadas, nuestras patentes, nuestros programas de doctorado y nuestros candidatos a Premio Nobel –aunque estos reconocimientos están en entredicho–; y si no podemos responder... ¿qué estamos enseñando?, ¿qué sucede en nuestras aulas?, ¿qué relación podrá haber entre nuestros laboratorios y la realidad empresarial productiva?; y lo peor ¿qué estamos haciendo para que esto cambie?, sobre todo en un país en donde la educación preescolar privada es más cara que la universitaria, en donde le llamamos investigación científica a cualquier proyecto de cátedra y en donde, en no pocos casos, la universidad ha sido más una plataforma mercantil de un grupo de comerciantes.
Si desea conocer el ranking completo, puede verlo en:
http://www.topuniversities.com/university-rankings/world-university-rankings/2010/results
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