El crimen organizado se ha desarrollado mucho más que la institucionalidad encargada de pararlo, y esa perversa disparidad es uno de los peligros crecientes más graves del momento.
Escrito por Editorial.08 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
Es la dramática pregunta que surge día a día mientras los sucesos criminales se suceden, sin que hasta hoy haya habido estrategia o procedimiento con suficiente efectividad para cortarles el paso. En estos días, la noticia más resaltante al respecto es el hallazgo de enormes sumas de dinero enterradas en una propiedad rural donde los vecinos venían viendo cosas raras, y que a todas luces está en la línea del accionar del narcotráfico tanto en el país como en la región. Tal hallazgo espectacular es el mayor de su naturaleza que se ha logrado hasta la fecha, y esto constituye sin duda un golpe contundente contra el crimen organizado en nuestra área, aunque desde luego el gran problema de fondo sigue pendiente.
¿Y cuál es ese problema? La falta de una estrategia institucional lo suficientemente eficaz para ir cerrándole los espacios a la organización del crimen, que ha venido ganando terreno de manera progresiva en el país. Este desde luego no es un esfuerzo que se pueda dar en forma aislada: requiere la participación activa, integrada y permanente de distintas institucionalidades regionales y, por supuesto, la de Estados Unidos, que es el destino final principal del comercio criminal de la droga y de otras actividades ilícitas como el trasiego de personas.
Centroamérica es ruta de paso de la narcoactividad, con todos los componentes contaminantes y desestabilizadores que eso va dejando en el camino. El crimen organizado se ha desarrollado mucho más que la institucionalidad encargada de pararlo, y esa perversa disparidad es uno de los peligros crecientes más graves del momento. Golpes de efectividad institucional como el que se está dando en estos días con el descubrimiento de los entierros multimillonarios deben organizarse en cadena, para empezar a ver la luz al final del túnel.
Organizar la lucha común
En nuestro país, el crimen organizado tiene sus características propias, como ocurre en todas partes. Entre nosotros, para el caso, la conversión de las pandillas juveniles en mecanismos e instrumentos criminales ha generado en el ambiente una distorsión que, a estas alturas, está socavando a fondo lo que más se necesita para avanzar en paz y desarrollo: la seguridad y la tranquilidad básicas. Hay que atacar a fondo, y en esa línea la legislación que proscribe las pandillas y se orienta a criminalizar la pertenencia a ellas y el apoyo a las mismas puede ser una buena plataforma de lucha; pero hay que ir más arriba, mucho más arriba.
Volvemos aquí sobre lo mismo: si no hay una integración de dinámicas institucionales, nada sólido se alcanzará. Estamos hablando de que las instituciones responsables actúen en armonía, en todos sus niveles, cada quien dentro de las atribuciones respectivas. Lo que hay que dejar atrás de una vez por todas es el enclaustramiento receloso, que con frecuencia se vuelve autodefensa compulsiva de la propia función. La independencia judicial, para el caso, no debe ser sustituida por la autosuficiencia aislante, porque al fin de cuentas la misión es compartida.
Hace tiempos que no se ve un encuentro formal y sustantivo de cúpulas de los Órganos fundamentales del Gobierno en función de diseñar las interacciones necesarias; y tampoco se ha visto dentro del llamado Sector Justicia. ¿Cómo pueden entenderse para la acción común si no hacen los intercambios que las circunstancias demandan? Los dinamismos institucionales ya no deben seguir entrampados en pequeñas diferencias y en rencillas de ocasión.
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