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2010/09/22

LPG-Los reclamos del presidente a la prensa

 Todos los presidentes, funcionarios públicos y aspirantes a cargos de elección popular son celosos guardianes de su buena imagen y dedican una considerable cantidad de energías a promoverla y preservarla.

Escrito por Joaquín Samayoa.22 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

En conjunto, la prensa escrita, radial y televisiva publica cada día una gran cantidad de noticias, reportajes y opiniones directa o indirectamente relacionadas con la gestión gubernamental. Sería necesario realizar una medición y evaluación rigurosa de los contenidos de ese flujo constante de producción periodística para determinar en qué proporción la información es exacta y las opiniones son equilibradas. Pero aunque se llevara a cabo semejante investigación, sus resultados difícilmente modificarían las percepciones que la gente tiene sobre supuestas hostilidades o favores de la prensa al gobierno.

La opinión que yo más he escuchado en el transcurso de los primeros quince meses de la presidencia de Mauricio Funes es que el tratamiento periodístico a su gobierno ha sido predominantemente benévolo y apegado a la realidad de lo que el presidente y sus ministros dicen, hacen o dejan sin hacer. Sin duda, hay algunas críticas, omisiones e inexactitudes. Sin duda, hay también columnistas con agenda política adversa a la del presidente y columnistas que tienen poca o ninguna simpatía hacia el presidente; pero esa cobertura crítica o negativa, cualesquiera sean los motivos o circunstancias que la explican, no es la regla sino la excepción.

Cualquier persona que opta por convertirse en figura pública sabe que, al hacerlo, se está situando bajo los reflectores de la observación periodística y ciudadana. Un presidente siempre se convierte en pantalla de proyección de las aspiraciones y esperanzas de los que creen en él, pero también es un potente magneto que atrae frustraciones, malestares y ataques. Recibe elogios merecidos e inmerecidos, pero es también blanco de críticas justas e injustas, bien o mal intencionadas.

Unos más, otros menos, todos los presidentes, funcionarios públicos y aspirantes a cargos de elección popular son celosos guardianes de su buena imagen y dedican una considerable cantidad de energías a promoverla y preservarla. Esto es comprensible y está bien que así sea, sobre todo cuando la imagen se cultiva a punta de buenas acciones, más que de buenas ficciones discursivas o publicitarias. Pero al fin de cuentas, los personajes públicos saben que no son moneditas de oro, que hagan lo que hagan y digan lo que digan, siempre habrá quienes no están de acuerdo, siempre habrá quienes tengan algo que reprochar, quienes crean tener una mejor idea de cómo hacer las cosas. Y, desde luego, es de la misma esencia de ser político el tener enemigos. Donde hay rosas hay espinas.

Por algo dicen que para ser presidente o diputado hay que tener cuero de lagarto o hacer las del tunco encebado al que muchos persiguen pero nadie logra atrapar. El presidente Saca fue un verdadero maestro en esas lides. Estaba pendiente de lo que se decía de él, pero nunca permitía que eso le quitara el sueño o lo pusiera de mal humor. Nunca supe de algún incidente de reclamos a periodistas o columnistas. Por el contrario, respondía con sonrisas y amabilidad a las críticas que se le hacían y, de esa forma, logró neutralizar a unos cuantos opinantes. Solía decir, muy atinadamente, que el presidente debe tener permanentemente desconectados el cerebro y el hígado.

En los muchos años que llevo siguiendo de cerca la política nacional e internacional, nunca había visto una avalancha tan masiva de críticas injustas como la que está soportando el presidente Obama en los medios tradicionales de prensa y, sobre todo, en la “blogosfera”. Pero Obama no hace muecas de disgusto cuando le dan limones; los agarra y los convierte en limonada, y vende esa limonada y termina sacando algunos réditos. Sin referirse, más que de manera muy excepcional, a quienes lo atacan, convierte los ataques en materia prima para la elaboración o clarificación de sus posiciones políticas. Otros líderes simplemente se muerden la lengua y cuentan hasta diez. Los más sagaces toman lo bueno que pueda haber en la crítica y se valen de ello para mejorar su gestión.

El manejo de las relaciones con los medios de prensa es, en buena medida, cuestión de estilos; pero también es reflejo de niveles de madurez política. Supongo que no debe ser nada fácil estar permanentemente en una vitrina, sometido al juicio bien o mal informado de millones de personas. Pero la dificultad y la frustración crecen exponencialmente cuando se tienen expectativas poco realistas acerca de la opinión pública.

Lejos de molestarse, el presidente Funes debiera darse por bien servido. Pocos lo han tratado con la misma dureza con que él trató a otros presidentes cuando era periodista.

Los reclamos del presidente a la prensa

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